Esta fuente se creó en los tiempos del Emperador Augusto, se dice que fue una misteriosa doncella la que indicó al general Agripa el emplazamiento del manantial, en las afueras de Roma. Para traer el agua a la ciudad, Agripa construyó un acueducto que en honor de la doncella se llamó Acqua Virgo. La fuente que ahora admiramos fue construida en el siglo XVIII por un hombre poco nombrado, llamado Nicola Salvi, que sorprendió al país con su asombroso diseño. Su construcción se prolongó casi 30 años y acabaron con la salud de Salvi, que murió sin poder concluir otros proyectos y sin ver terminada su hermosa creación. La característica que destaca de la Fontana di Trevi es el contraste entre el tamaño de la fuente y la estrechez de la plaza en que se encuentra: está escondida entre callejuelas y si no conoces cuesta trabajo encontrarla. Es un gran atractivo de los turistas pues pretende sorprenderlos con su belleza y dejarles uno de los recuerdos más gratos de Italia, cuando es de noche cautiva más con su iluminación y es casi inevitable arrojar una moneda con el deseo de regresar de nuevo a “La Ciudad Eterna”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario