La gastronomía siempre refleja la historia de la humanidad y que mejor
escaparate que la Feria de las Culturas Amigas para hacer patentes los
encuentros, las fusiones, los sistemas económicos mundiales y por qué no los
símbolos de identidad que florecen en un platillo cuyos ingredientes, sobretodo
en cocinas como la mexicana, no hubiesen sido posibles sin los encuentros de
las culturas en el pasado, sin las redes comerciales establecidas allende las
fronteras de la propia tierra.
Predecible pero no por ello menos sorprendente, la sección
latinoamericana presente las coincidencias: la mistela del istmo versus la
mistela hondureña, las enchiladas (potosinas, mineras, poblanas) contra sus
primas las enchiladas centroamericanas, los trotamundos tamales que van
variando su relleno conforme avanzan hacia las Pampas. Pero no sólo de
coincidencias está hecha la América pues el chimichurri, la malanga y la
feijoada reclaman su lugar único e irrepetible en el continente.
No obstante, los stands europeos muestran asimismo nuestra historia:
esos deliciosos platillos italianos que no serían nada sin la aportación
"mexicana" del xitomátl de la misma manera que la cocina
latinoamericana abrevó de los ingredientes árabes. La lejanía de la comida africana
no le impide mostrarse a los paladares mexicanos que se abren gustosos a una
celebración de colores, texturas, sabores y olores que han acompañado a la
humanidad a lo largo del globo terráqueo.
Aún queda una semana de feria que nos acerca la oportunidad de intentar
nuevos sabores e ingredientes en un mismo lugar, una oportunidad de enriquecer
nuestra cultura culinaria y halagar nuestros paladares.
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